Un lugar perdido en el cosmos

Curado por Alvaro Ugarte

29 de abril – 30 de junio 2021
Estamos hechos de estrellas. Somos una forma de que el cosmos se conozca a sí mismo.

– Carl Sagan

 ¿Cómo pueden los sueños que tenemos dar fe de las condiciones sociales y culturales en las que vivimos? La práctica artística de Alvaro Ugarte (Jalisco, 1984) responde a estos cuestionamientos a partir de la investigación de los sueños de comunidades específicas en México. El análisis de lo onírico le permite construir escenarios que reflejan los comportamientos y contextos sociales de los colectivos que participan en estos ejercicios creativos.
Un lugar perdido en el cosmos se inscribe en esta metodología como una instalación inmersiva que surge a partir del proyecto comunitario en el que Ugarte trabajó durante su residencia en la sede de Fundación Casa Wabi en Puerto Escondido. Cada uno de los dibujos que componen el mural se desprenden de las abstracciones pictóricas de las narraciones de los sueños de los niños de la comunidad de San José Manialtepec, en la costa chica de Oaxaca. A partir de este vasto y diverso catálogo de dibujos, el artista confeccionó una breve historia de la evolución del universo.
Formalmente, el mural está compuesto por paneles de fieltro que sobrecoge el espacio expositivo. La breve historia del cosmos propuesta por Ugarte se divide en tres secciones: en la primera – de lado izquierdo – la explosión del Big Bang da lugar a la formación de galaxias, constelaciones, estrellas y planetas de los que resalta la creación del sistema solar propio. La sección central está enfocada en el desarrollo de los múltiples ecosistemas y organismos animales y vegetales que habitan en la Tierra; destacan formas volcánicas con dinosaurios y la aparición de mamíferos representados por una ubre. La presencia de la planta del maíz da paso a la tercera sección, la cual explora la historia del ser humano como una especie que evoluciona del nomadismo al sedentarismo y que desarrolla complejos sistemas sociales, espirituales y económicos traducidos en figuras como el chamán, la escoba, la bomba o las antenas. La instalación concluye con un guiño a lo incierto que representa el futuro para el desarrollo de las especies en el planeta con un hombre cayendo al vacío.
De esta forma, Ugarte concibe un paisaje narrativo imaginario que trasciende en su función y logra acceder a la cosmovisión a partir del retrato colectivo de un grupo social específico.
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