Tendedero

Brenda Isabel Pérez e Israel Espin son arquitectos de inclinaciones multidisciplinarias que colaboran en esta propuesta para lograr hacer algo suficientemente simple que alcance a resonar con todos. Concibieron Tendedero para la terraza de Sabino como una forma de entrelazar la arquitectura con el paisaje local de azoteas, revelando este espacio del imaginario colectivo como uno de los escenarios sociales más cargados y llenos de contrastes de la ciudad: un lugar de refugio doméstico y de conjunción social.
Roma (2018), de Alfonso Cuarón, que presenta una escena icónica en una azotea, fue una muestra sobre cómo utilizar el espacio doméstico para hablar de una cohesión social. En una escena, Cleo —la trabajadora doméstica y protagonista del filme— lava la ropa en la azotea mientras juega a indios y vaqueros con el hijo menor de la familia. Rodeados por la ropa colgada, que los envuelve como fantasmas, se acuestan cabeza con cabeza sobre un tragaluz elevado y conversan. La escena termina con un paneo lento que se aleja de Cleo y Pepe y se extiende sobre la ciudad: la ropa de la familia se suma a un horizonte de tendederos que abarca un «en todas partes» poético.
Pérez y Espin se interesan por los aspectos más sutiles y difíciles de nombrar de nuestro entorno construido, entendido como una infraestructura crítica del tejido social. Al mezclar deliberadamente elementos de distintas disciplinas espaciales —arquitectura, arte y urbanismo—, concibieron Tendedero como testimonio y provocación: una obra que muestra cómo el arte puede transformar lo doméstico en una herramienta de crítica social y construcción colectiva.

Según proponen, esta exploración pública de tender la ropa —para que se seque, se moje, se ensucie y se limpie, una y otra vez— puede pensarse como una serie de filtros o umbrales que atraviesan esos espacios psíquicos liminales donde lo que vemos y experimentamos se entrelaza con lo que creemos y con quiénes somos.

Dakin Hart