Anodino
Curado por Carlos Iván Hernández
9 de agosto al 14 de octubre
El trabajo de Carlos Iván Hernández (Hermosillo, 1984) parte de búsquedas y recorridos por su entorno personal y laboral, transformando sus descubrimientos en objetos de estudio que evidencian problemáticas mayores como la violencia, la construcción de valores sociales en los estados del norte del país y las consecuencias de la migración forzada de sus poblaciones.
Anodino es una muestra compuesta por 7 fotografías impresas y 20 transparencias de la serie de trabajo “Despojo”, las cuales fueron tomadas entre el 2010 y 2015. Cada una de las imágenes muestran una serie de construcciones u objetos que fueron encontrados durante los múltiples viajes del artista por su estado natal, Sonora, y son mostrados sin ninguna intervención física. A primera vista, estos elementos se funden con el paisaje sin alguna narrativa que repercuta en su entorno; sin embargo, cada uno de los paisajes con sus respectivos componentes crean una multiplicidad de referencias a los muchos fenómenos sociales que han surgido en la región en los últimos años y que reconfiguran las relaciones políticas e históricas con su entorno.
Al asociar estas construcciones con el contexto espacial y temporal en el que fueron tomadas más allá de contar sus propias historias, los objetos son el origen de referencias, no siempre precisas o correctas, que a largo plazo forman las bases de la construcción de la historia contemporánea en la región y en el país. En palabras de la curadora Magnolia de la Garza, “las imágenes no nos revelan su historia o el porqué de su presencia, pero si nos descubre una relación extraña entre el paisaje y el objeto”.
Cada una de las representaciones fotográficas se convierten en “anti-monumentos” que surgen en contextos banales pero que se tornan en impresiones instantáneas de las situaciones políticas y culturales de su condición. La banalidad de su naturaleza da lugar a una “monumentalidad” que, según el artista Robert Smithson, nos hacen olvidar el futuro al surgir en contra de sus épocas.
El desierto se coloca como el elemento natural que moldea o reabsorbe estos objetos o sitios despojándolos de un sentido funcional antes incluso de ser terminados; los torna en objetos entrópicos. Asimismo, las dos esculturas que componen Estado de Naturaleza continúan con este discurso alrededor del desplazamiento y la economía de los materiales de construcción que provienen del entorno: varas de ocotillo, arcilla, estiércol de vacas y pasto.
Las piezas se vuelven registros de los encuentros entre Hernández y los espacios naturales modificados por las irreversibles transformaciones hacia la uniformidad, producto de decisiones políticas de las últimas décadas.
Curada por Alberto Ríos de la Rosa.