Francisco Morales V.
Cd. de México (08 agosto 2024) .-21:00 hrs
Al entrar a la sala del segundo piso de Casa Wabi Sabino, en la Colonia Atlampa, el visitante se encuentra de pronto en un país distinto: el México que el arquitecto Alberto Kalach (CDMX, 1960) ha imaginado durante décadas y que, al mismo tiempo, existe y no existe.
En ese amplio estudio, que el propio proyectista diseñó para el artista Bosco Sodi, un centenar de maquetas y modelos, de distintos materiales y tamaños, dan cuenta de la dedicación de su autor para pensar en otro país posible.
«Se trata apenas de una quinta parte de los modelos que Alberto guarda en su estudio y, para mí, esto es un retrato de su compromiso con la vida cívica», explicó el curador Dakin Hart durante la apertura de la muestra, el sábado pasado.
«Se trata, realmente, de construir civilización», apuntó también sobre el trabajo del artífice mexicano que, en numerosas ocasiones, ha hecho explícita su fascinación con el tratado de arquitectura de Vitruvio, de 2 mil años de antigüedad.
Para la muestra, Hart realizó una selección de obras de Kalach que, cronológicamente, van desde su jamás construido Teatro Total (1992), un foro escénico con forma de esfera cuya maqueta está minuciosamente construida en madera, hasta sus proyectos concebidos el año pasado, actualmente en desarrollo en la Ciudad de México, Oaxaca y Quintana Roo.
Una reunión de obra que no excluye, por supuesto, a aquellos trabajos que ya son emblemas de toda una trayectoria, como la Biblioteca Vasconcelos, cuya maqueta de madera, que muestra la reconocible nave del recinto y sus estantes suspendidos, adquiere un protagonismo inmediato.
El pasado fin de semana, al ver por primera vez este volumen de su obra reunida en un espacio público, Kalach avaló de inmediato el título elegido para la muestra.
«Se llama Panorama y se trata de eso: de una vista panorámica de muchos proyectos distintos, bastantes que iban a ser olvidados, pero Dakin fue a la oficina, se llevó algunas cosas y armó esta exposición fantástica», celebró el arquitecto.
Proyectos de diferentes escalas, vocaciones y técnicas, puestos uno junto al otro, sin importar si fueron construidos o si se quedaron en el concepto.
«Alberto es, realmente, tanto un artista conceptual como un arquitecto de trabajo, donde la arquitectura existe sin importar si es construida o no…», refirió Hart, entrevistado junto con Kalach.
«Bueno, prefiero pensarlo así porque, si no, estaría completamente frustrado», respondió el arquitecto con una sonrisa.
Los modelos y maquetas fueron colocados sobre islas de ladrillos en el piso de la galería, y agrupados de acuerdo a la ciudad en la que fueron construidos, o para la que fueron planeados.
El visitante, entonces, comienza su visita por el norte, donde se encuentran los proyectos destinados para Nuevo León, como Casa y Capilla para el Tecnológico de Monterrey, y para Coahuila, como la clínica del IMSS en Saltillo.
Al fondo de la galería, en el sur, se encuentran los proyectos para Quintana Roo y Yucatán, como sus intervenciones en la Hacienda Tzancalab, de Mérida, y hacia el Pacífico está su extenso trabajo en Oaxaca, tanto en la capital del estado como en Puerto Escondido.
Esta disposición geográfica, que también incluye a Jalisco, Nayarit, Baja California Sur y siete estados más, tiene en el centro a la Ciudad de México, donde la ubicación de las maquetas incluso refleja vialidades como Reforma y Constituyentes.
«Es como un retrato de Alberto y del País al mismo tiempo», comentó Hart.
«Ninguna maqueta individual destaca demasiado y están puestas en el piso para que puedas agacharte a verlas, pero también porque la idea era crear una suerte de topografía del país a través los ojos de Alberto, o a través de la mirada de su pensamiento sobre todos estos tipos de arquitectura», ahondó.
Kalach ya había recibido una invitación para mostrar sus maquetas en la Biblioteca Vasconcelos, e incluso diseñó una forma para exhibirlas, pero las autoridades del lugar se negaron porque interfería con unas «líneas amarillas» que pintaron en el suelo para dirigir a los visitantes.
«No la hicimos porque querían las maquetas en la esquina del edificio y yo quería mostrarlas en donde fuera más interesante para las personas, para disfrutarlas, para que lo estudiantes pudieran sentirse alentados, emocionados con la idea de que hacer maquetas es una herramienta para la imaginación», explicó.
Estas herramientas, que permanecían guardadas en su despacho, el Taller de Arquitectura X, no fueron hechas para los clientes, sino como parte integral del proceso de imaginación que requiere su práctica.
«Creo que ésta es una manera de compartir información y de aprender los unos de los otros», dice sobre la exposición.
«Yo sé que estamos en la era digital, pero el arte de hacer maquetas está olvidado, un tanto olvidado, pero no hay renders o vistas 3D que puedan reemplazar la realidad del volumen, al que puedes ingresar, o contemplarlo por todos lados», consideró.
Algunos proyectos se muestran a través de sencillas maquetas de trabajo, con materiales como cartón, y otros se presentan ya completamente terminados, con madera y bronce.
«Estos salen de esta frustración de no poder construirlos, entonces tenemos que construirlos, al menos, como proyecto final, para tenerlos y poder mostrarlos a otras personas», reconoció sobre aquellos que no llegaron a concretarse en el terreno.
Una forma de preservar los proyectos que, además, involucra el trabajo de muchos, como el maquetista Armando Hernández, y la colaboración del resto de su estudio, a quienes pide nombrar: Andrea González, Lucas Elizondo, Edgar Ojeda, Ainhoa Jiménez, Roberto Rodríguez y Sary Chedraui.
«Hay cientos de arquitectos que han pasado por mi oficina y un poco de sus huellas permanecen aquí», declaró Kalach.
«Y mucho de tu ADN en ellos», intervino Hart, a lo que el arquitecto respondió con un sentido, pero bromista: «Eso espero…».
En el texto introductorio de Panorama, Hart se refiere como una «cruzada quijotesca» a los esfuerzos de Kalach, de varias décadas, por restaurar el ecosistema lacustre del Valle de México.
Estos esfuerzos por un país más sustentable, como su plan maestro del Aeropuerto de Texcoco, que planteaba un rescate integral del lago, se muestran como un testimonio de la imaginación que se usa para mejorar al entorno.
Acompañadas por obras de Bosco Sodi que remiten al mundo vegetal y a la topografía volcánica de México, estos proyectos están ahí para inspirar a las nuevas generaciones de arquitectos.
Abierta hasta el 6 de octubre en la sede capitalina de la Fundación Casa Wabi, en Sabino 336, la mirada panorámica de Alberto Kalach revela un México imaginario y todavía posible.